martes, julio 25, 2006

Ojo en tinta...

Este texto tiene la peculariedad de que nació en plena clase de Roma
con mister Erwin Robertson, muy entretenida por cierto...
espero que este escrito sea del agrado popular...
En la mañana, y después de mirarme al espejo,
sentí vergüenza y sorpresa,
resulta que tenía mi ojo morado…
malo fue el momento que decidí defender al “mono-porfiado”,
pero la pastelidad me embargó, cegándome de racionalidad, y
¡paf!: ojo en tinta.
Hace tiempo que no andaba tan nervioso,
la pretensión después de mucho tiempo me hablaba a la oído
y me decía claramente
que aquel ojo morado era de antología…
una vez armado de valor y cuando por N-sima vez conté hasta tres,
abrí la puerta esperando miradas ciegas a mi nuevo tinte ocular…
caminando y caminando,
apareció la primera persona de mi travesía al colegio;
llevaba la mirada pegada al suelo,
pero avalentonado, la verdad no sé por qué,
miré a aquel extraño y pasó lo impensado:
para mi sorpresa, también tenia un ojo oscurecido
por alguna razón que desconozco,
después de esto le sonreí y seguí caminando…
¡Qué coincidencia!
...el problema es que ahora si venia la parte “cotota” del itinerario,
la micro.
La vi y sentí la sensación que regala ese retortijón imprevisto,
más rápido y fuerte que de costumbre;
a pesar de mi duda-vergüenza la hice parar,
respiré profundo y se detuvo justo frente a mí.
¡Esto no puede estar pasando!
Por primera vez en el año y estando yo solo,
la micro me paró, y esta vez era solo para mi.
“Esto es un mal indicio”-pensé-,
nada bueno se puede esperar de este milagro…
por segunda vez me armé de valor
y separé los ojos de la pisadera para pagar “lo de todos los días” ,
y de nuevo ocurrió lo impensado:
tanto el chofer
como el resto de los pasajeros
tenían el ojo derecho en tinta
(al igual que el mío y el de la persona desconocida
con la que me topé minutos antes);
con este hecho me sentí más seguro
y mientras iba en el trayecto
no cesaba de pensar en qué podía esta ocurriendo.
Me baje donde siempre, camine al colegio
y para mi, ya no-sorpresa,
inspectores y compañeros tenían
al igual que toda la gente con la que me había topado,
el ojo derecho morado…
¡ya no podía más!
Partí con complejo y terminé como un pez en el agua…
Una vez en clases,
los profesores se sumaron al “ojo- moradistico”
que hasta aquí fue costumbre.
Pero había algo que no me cuadraba, algo raro,
solo uno de mis compañeros no tenia su ojo derecho morado…
sino que el izquierdo…
las penas de los mil demonios
le fueron echadas al pobre que se levantó
con el ojo morado que no correspondía a la normalidad
del día y del colegio y de todos lugares…
Desde ese día fue estigmatizado…y ahora estoy solo,
pero convencido de no ser diferente,
y que los lentes de sol son la mejor solución…
al menos por ahora.